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La Vita de Glorioso San Famiano (Traducción)


Fragmento de la 
Vita del Glorioso S. Famiano, Sacerdote, Confesor y monje cisterciense.
Escrita por Splendia Andrea, Pennazzi da Soriano (Protonotario apostólico y vicario General de Orvieto)
Orvieto (Italia) 1723
Traducción Jesús Losada

1. LLEGADA DE SAN FAMIANO A ROMA: PEREGRINACIÓN POR ITALIA Y POSTERIOR PARTIDA HACIA GALICIA.

2. SAN FAMIANO PARTE DE ITALIA PARA GALICIA (ESPAÑA)

3. PEREGRINACIÓN DE SAN FAMIANO HASTA SANTIAGO EN GALICIA. SU REGRESO Y SU RETIRO EN LA SOLEDAD DE SAN PLÁCIDO

4. INGRESO DEL SANTO EN LA ORDEN CISTERCIENSE

5. NOVICIADO, PROFESIÓN Y SACERDOCIO DE SAN FAMIANO (PROXIMAMENTE)

6. PEREGRINACIÓN A LOS SANTOS LUGARES DE JERUSALÉN (PROXIMAMENTE)


1. LLEGADA DE SAN FAMIANO A ROMA: 
PEREGRINACIÓN POR ITALIA Y POSTERIOR PARTIDA HACIA GALICIA.

Tras las incomodidades y los desastres acontecidos a lo largo del viaje en torno a 900 millas o más, llegó a Roma finalmente el  joven Santo  Famiano, el día 27 de agosto como narran “Las Actas del Anónimo” que fueron publicadas en Gallese.
 
Ante la visita a Roma nuestro Santo quedó admirado y de manera devota la saludó siendo Ciudad Santa y cabeza excelsa, elegida por todo el mundo, como se canta en estos versos:

                    Roma videns exultavit
                    Illam ita salutavit
                    Salve Roma, orbis terrarum
                    Caput celsum preclarum

Aquí el Santo visitó en varias ocasiones (como narran Las Actas, antes citadas), las iglesias de Roma y en particular la de la Santísima Virgen María como se refleja en el tercero y cuarto manuscritos en vulgar y aquellos de los Sagrados Lugares de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, implorando con sus oraciones a Nuestro Señor Jesucristo y a la Santísima Virgen y a los llamados Santos Apóstoles.

A sus oraciones acompañaba Famiano con sus ayunos, siguiendo el adoctrinamiento de San Rafael de Tobia “Bona est oratio cum jejunio”
Llegando por ello a obtener especial protección e intercesión junto a Dios por María Santísima y por los principales apóstoles.

Visitó también el fervoroso Santo Famiano otros santuarios de aquella ciudad de Roma para alegría y consuelo de su alma.

Giacomo Vanni ciudadano de Gallese autor del cuarto ejemplar vulgar de la vida de San Famiano, narra que en Roma el Santo eligiese a la Virgen como especial abogada y a sus Santos Apóstoles Pedro y Pablo como protectores. No podíamos creer que así, tan tarde, San Famiano hiciese esta elección tan necesaria, sino que lo hubiera hecho mucho antes, en su más temprana edad, a pesar de que fuera en Roma donde la confirmase y renovase.

Era tal y tanto el fervor y la verdadera devoción del Santo peregrino Famiano que no lo restringió sólo a Roma sino también por todos los santuarios de Roma que visitaba.
Como narran Las Actas sin especificar los que fueran. Sin embargo podemos nosotros predecir que fueron los principales y más renombrados aquellos de su insigne piedad venerados junto a otros, entendiendo según Las Antiguas Actas, que el Santo visitaba con especial devoción las iglesias y otros lugares píos. San Famiano en este recorrido a los Santos lugares de Roma en su santa peregrinación tardó aproximadamente unos seis años en realizar sus visitas.                                                                                         
Además se nos dice en Las Actas, que nuestro Santo peregrino partió de Italia en el séptimo año y como “cuenta el Anónimo” con un gran deseo ardiente y devoto en partir hacia Santiago, por lo que se encaminó hacia Galicia.

En los meses de junio o julio de 1114, como se refiere en Las Actas de Salazar. En aquel año se cumplieron los seis años y comenzó el séptimo año, siendo el vigésimo cuarto de su vida.

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2. SAN FAMIANO PARTE DE ITALIA PARA GALICIA (ESPAÑA)

Apenas alcanzó el reino de Galicia y quiso Dios que se detuviera en un lugar durante este viaje, como se nos narra en “ Las Actas y en el cuarto capítulo de Actas del Oficio Divino”, encontrándose con un santo anciano, eremita por nombre Antonio y que fue nombrado abad del monasterio de San Antonio Mártir, como se refieren Las Actas en su segundo capítulo.

Gustaba de la sabiduría celeste de este veterano soldado de Cristo, determinó Famiano permanecer bajo su dirección y obediencia de este provecto y santo maestro, aprendiendo los necesarios y prácticos documentos para llegar al cielo y para no quedarse desviado del camino ni errado del común.

Estima Torelli con gran fundamento, que este convento fuese de la orden eremita de San Agustín. Cabeza visible del mismo era este santo venerable religioso y que San Famiano de su sagrado hábito eremita de San Agustín se vistió.

Con gran razón el cronista Manrique reprobó a Ferrari, otro de los estudiosos, que en su catálogo de santos en Italia, afirmara que San Famiano en este tiempo se sometiese a ser monje del cister: ya que en aquellos tiempos la familia cisterciense era aún muy pequeña y sin demasiados miembros en sus comunidades. Por lo que concluye a su favor el cronista Torelli, aquí todos los autores concuerdan en la concesión dada a San Famiano de vivir como regular en este convento del que ya se hablará, excluyéndose de momento aquel cisterciense, y que hiciese vida como eremita de San Agustín. 

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3. PEREGRINACIÓN DE SAN FAMIANO HASTA SANTIAGO EN GALICIA. SU REGRESO Y SU RETIRO EN LA SOLEDAD DE SAN PLÁCIDO

Vivió San Famiano bajo la disciplina y obediencia del anciano santo Antonio durante tres años seguidos, dentro de aquel espacio, de los cuales, como dice Salazar, bien dispuesto y preparado, pasó con su voto ya cumplido, visitando en Compostela, Santiago de Galicia bajo la obediencia y la bendición de su maestro. No sabemos el tiempo preciso de su partida y de la llegada a este santuario de Santiago, ni de cuánto tiempo estuvo en él, ni cuándo partió. “Las Actas precitadas con anterioridad, narran que allí se detuvo durante largo tiempo con gran devoción”.

Se equivocó por tanto el autor del tercer ejemplar italiano. Habiendo satisfecho San Famiano su devoción en Santiago de Galicia, regresó como afirman Las Actas de Salazar, a sus soledades y según nos da a entender el P.Torelli, al denominado monasterio de San Antonio Mártir, donde su acostumbrado alimento era de hierbas del campo y agua, raramente se alimentaba de pan. La cuarta lección del oficio divino tras la visita a Santiago narra el peregrinar a Jerusalén. Al que nos referiremos al final más detenidamente.

Ardiendo en su espíritu, el Santo joven Famiano siempre con más voluntad de vivir segregado del mundo, para servir mejor a Dios en la soledad, fue enviado a otro monasterio bajo la advocación de los santos mártires Cosme y Damián. Las Actas Antiguas de la segunda lección, narran que San Famiano se retiró a un lugar selvático cerca del río Miño, en la frontera entre Galicia y Portugal, en la iglesia de San Plácido, de San Cosme y de San Damián. Durante veinticinco años para servir fielmente con esmero a Dios. 
En los siguientes versos se canta:

Quinque lustra segregatus
Vixit, locis conversatus
In defertis, ubi angebat
Valde corpus premebat

Todas Las Actas manuscritas y publicadas tanto en latín como en italiano escriben S. Pladi. En los más célebres martirologios no se encuentra ni San Pladi ni San Plado, sino San Plácido. Bien pudiera ser una abreviatura o un error de los amanuenses.

Confrontar la nota 24 de Las Antiguas Actas, ni el Manrique ni el Torelli reconocen ni nombran esta iglesia de San Plácido, tan sólo el Torelli narra que desde el monasterio de los santos mártires San Cosme y San Damián fue San Famiano enviado a un lugar espantoso de selvas. Aquí sus palabras:

“Pero como siempre había deseado el buen ermitaño retirarse y vivir más solitario fue enviado por sus superiores a un lugar de otro monasterio bajo la advocación de dos santos mártires San Cosme y San Damián, por el superior de aquel convento le fue del mismo modo dada y concedida licencia para poder vivir como solitario en horribles selvas en las cuales, desde el principio, dio buenas muestras de penitencia  un tanto rígida y austera que causaba maravilla a los ángeles del paraíso. Basta decir que su único alimento era sólo de hierbas y de agua, comiendo muy raramente algo de pan.

Su modo de vestir era muy tosco, las vigilias, las oraciones, los ayunos, las disciplinas, y ciento de cosas más, eran continuas.”

El P. Maestro Torelli en el tomo tercero de los siglos agustinianos del año 1117 número 5 pág. 531, hará el siguiente comentario:
 
“En las denominadas selvas por tanto cercanas al río Miño se hallaba la iglesia de San Plácido, era filial del monasterio ya aludido de los santos Cosme y Damián donde el Santo Famiano iba a escuchar la Palabra de Dios y a recibir los santos sacramentos en las solemnidades y en días festivos como podemos creer según nos narran Las Actas de Salazar”.

Este monasterio de los santos San Cosme y San Damián, estaba cerca de Bayona  llamada con otro nombre “Enrizana” el cual, por Alfonso VII rey de Castilla en el año 1140 fue unido al de Hoya entregado tres años antes por el mismo rey a los padres benedictinos. Siendo por tanto este convento de los Santos Cosme y Damián pasado para los frailes de San Benito.

De este Santo abad se tomó según el P. Torelli el convento y el hábito monástico y la Regla abandonando la de San Agustín. Sin embargo San Famiano a pesar de la unión que tenía con este convento y del cambio existente habido, no mudó de hábito ni de Regla continuando con la de San Agustín.

Él no vivía en aquel convento de los Santos Cosme y Damián, aunque vivía con la licencia y bajo la obediencia de este superior al que se encontraba San Famiano supeditado en su solitaria soledad en la iglesia vecina de San Plácido que no entró en esa unión e incorporación mencionadas, sino que se mantuvo al margen, estando adscrito a otro convento como de modo razonable lo comenta el P. Torelli , perseveró en esta santa soledad por algo más de dos años hasta que pasó a la Orden Cisterciense.

De manera que estos dos años habría vivido sin el mérito del voto de la obediencia, cosa que no suele concederse, ni siquiera pensarse tratándose de un alma tan santa, como era la de San Famiano.

Cual fuese la vida de nuestro Santo anacoreta en aquella soledad, no se expresa en Las Actas a las que estamos haciendo alusión, sino de manera general como lo hemos oído. “Quien sirviese a Dios como siervo fiel, que no falta a su Señor y como siervo diligente que no descuida nada en el servicio divino, serán las dos partes que busca Cristo en los hombres: sirve bien y sé fiel a Dios.”

San Famiano vivía verdaderamente como un solitario anacoreta ya hemos dicho que se mantenía comiendo hierbas del campo y bebiendo agua y tan sólo de vez en cuando comiendo un trozo de pan.

Sustentaba su espíritu bastándole con escuchar la santa predicación y frecuentando los Santos Sacramentos.

No es para mencionar las sucesivas abstinencias del santo, las vigilias, los más rígidos ayunos y las flagelaciones de la carne con cilicios. Ni es para contar detenidamente aquí todas aquellas oraciones que hacía, sus lecciones, meditaciones y contemplaciones de Famiano, siendo costumbres del día a día, todos estos ejercicios de verdadero servicio a Dios.

Vivió el Santo en estos lugares selváticos y agrestes con una vida austera de solitario anacoreta y asceta como un ángel en la tierra durante un período de veinticinco años.

La perseverancia que San Famiano conservó a lo largo de todo el curso de su vida en total retirada, tan áspera como severa, infiere un continuo influjo de celestes consolaciones y visitas del Señor, con las que con su infinita bondad acostumbraba a sostener y a reforzar la debilidad propia de nuestra carne.

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4. INGRESO DEL SANTO EN LA ORDEN CISTERCIENSE

El fervoroso Santo anacoreta Famiano llevaba más de veintiocho años bajo el hábito de San Agustín, como afirma el P.Torelli: eso es, tres años bajo la disciplina del abad o prior Antonio en el Monasterio de San Antonio Mártir en la provincia de Galicia y veinticinco años cumplidos en la soledad de la iglesia de San Plácido. Por lo que  a la edad de cincuenta y dos años, en torno al año de 1142, como se refiere Salazar en su narración, San Famiano vestirá el hábito de los monjes cistercienses de Ursaria (Oseira) como dicen los versos del cántico:

Inde rediens, terrena
Cuncta spernens amena 
Cisterciensem ingressus
Est, ordinem professus

Fue este ingreso del Santo en Galicia en la Diócesis de Orense donde se encontraba una insigne abadía ya fundada por el Rey de España Alfonso VIII de Castilla, llamado el Emperador. A las oraciones e instancias hechas por Fernando, Conde de Galicia en un lugar montañoso y solitario llamado Ursaria, tal vez por los osos que allí había. Y que hoy, dice en sus Actas Manrique, el lugar es conocido en su propio lenguaje como Ossera en la Diócesis Auriense, como se refieren los cronistas Tamayo Salazar y Merloni en la cronología de San Bernardo.

En esta abadía de Ossera florecía el servicio divino. Aumentó rápidamente este camino, máxime cuando en el año 1142 recibió la Reforma de la Orden Cisterciense admitiéndose en ella a algunos monjes procedentes de la Abadía de Claraval.

Vivía por entonces San Bernardo, y los esplendores de su Santidad ilustraban aquellos valles, a la vez que resplandecía por todo el mundo.  
          
Esta Abadía o Monasterio, posee un edificio magnífico que por los pueblos de alrededor, lo llaman en su lengua “El Escorial de los Bernardos”, como testifica Jongelino, junto al ya citado Salazar.

Habiendo escuchado nuestro San Famiano la fama de santidad de la que gozaba este monasterio de Ossera se sintió llamado por Dios, como narra Salazar en sus Actas, alimentando a su corazón con el pensamiento de proseguir su vida como solitario anacoreta, pero sin embargo, y desde la obediencia le hubiese sido permitido, de haber recibido el rechazo, ya se habría consagrado y sacrificado por Dios su voluntad, siguiendo cada uno de los mandatos, que desde los superiores le fuesen impuestos. Él estaba muy bien consolidado en su entrega a la divina voluntad y a la generosa renuncia de la suya propia.

En un asunto tan relevante, como es el pasar de un carisma religioso a otro, o de una orden religiosa a otra,

Ambas cuestiones, debemos de suponer, fueran practicadas por el Santo Famiano.

Una de las razones es que no se acogió a este cambio sin una madura reflexión y consulta con Dios en su oración y sin su especial vocación por el silencio y la soledad. La otra razón es que no la efectuase sin el permiso y sin el consentimiento de su superior eremita, bajo la obediencia de la cual vivía hasta entonces el Santo.
 
Habiendo  implorado, invocando el nombre del Señor, con la bendición de su superior, fue enviado en el año 1142 al Monasterio de Ursaria o de Ossera y allí manifestó su ansiado deseo al superior, llamado presidente abad en aquel Santo Monasterio.

Era de sobra y claramente conocida la Santidad de Famiano. Donde su petición es con sumo júbilo escuchada favorablemente por el Abad y por todos aquellos monjes, juzgando con razonamiento honrado e ilustrado su santa vocación religiosa, con un sujeto de tan rara santidad que por todas las buenas gentes era suspirada su admirable conversación.

La instancia que hizo San Famiano fue la de continuar adscrito en aquella sagrada orden.

Su acostumbrada vida como anacoreta y eremita, aunque fuera el primero que apareció para que los religiosos pensaran que duraría poco tiempo, no tuvo ningún rechazo ni repulsa, ante la expectativa por parte de su Ilustre Santidad, probada por el paso de tantos años siempre sorprendente y según Dios dispensándolo con una cierta sujeción a aquella máxima Regla Cenobítica, Anacoreta y Eremítica a la que deba preceder, así lo escribió el anteriormente citado Cronista de los Cistercienses.

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CONTINUARÁ...

 

 

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